Son varias las explicaciones que circulan por la red. Una de ellas apunta a que ambas tintas tienen diferentes composiciones. La tinta negra contiene carbono, por ello es más difícil de fluir y para poder funcionar correctamente es importante que alcance la viscosidad adecuada y no se seque.
Por otro lado, el uso del color azul siempre permite mejor distinguir un documento original, ya que el negro se asemeja demasiado a una fotocopia o al antiguo papel carbón, y el azul no nos deja dudas, sobre todo en lo que hace referencia a firmas y rúbricas, o al menos así era en la época en la que las impresoras y fotocopiadoras imprimían tan solo en negro.
Otra de las ventajas que se señalan es que la tinta azul resulta más fácil de limpiar que la negra cuando nos manchamos y que además esta última contiene sedimentos contaminantes.
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